Rodrigo Alonso

Les légendes de Rodrigo Alonso /

498 images légendées.

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2019

el bus

A las ocho de la noche, el camión de Iztapalapa es una serpiente metálica que se arrastra bajo la lluvia, con las entrañas llenas de almas fatigadas. Cada rostro tras el vidrio empañado es una historia muda, un códice vivo de la ciudad subterránea que respira entre banquetas. El lomo morado de la bestia vibra con el eco del trabajo, la espera y el regreso. Iztapalapa no duerme: sueña de pie, apretada en el tránsito del mito urbano.


le vendredi 23 mai


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22/05/2025

En la penumbra púrpura del barrio López Portillo, el barman es centinela y alquimista. Su gorra ladeada es corona de asfalto, su gesto, un relámpago detenido. Detrás de la barra, entre botellas que parecen contener más que licores —quizá tiempo, quizá memoria—, mezcla no sólo tragos, sino destinos.
El barrio late al ritmo de su mirada. Él no sirve bebidas: convoca ausencias, agita silencios, destapa heridas dulces con nombre de mezcal o ron barato. Iztapalapa se bebe aquí, en vasos plásticos y luces de neón, mientras el mundo —fuera del bar— se desmorona lentamente, como un poema sin final.

le jeudi 22 mai


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Peet y Saúl

Un par


le mercredi 14 mai


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Tercer semestre. Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

Mi madre sale de la universidad al caer la tarde. Tiene 65 años y avanza hacia el nivel avanzado, como quien desafía al tiempo con cada paso. La « uacem » queda atrás; el mundo sigue girando. Ella camina firme, como si el conocimiento fuera también un acto de resistencia.


le mardi 13 mai


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El guardián de la banqueta

No es grande, pero nadie pasa sin que él lo sepa. Se esconde entre sombras, junto a tablas y bicicletas, como un centinela invisible. Ladra poco, observa mucho. Dicen que es un perro callejero, pero él sabe que la calle es suya, y la cuida como se cuida un hogar.


le lundi 12 mai


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Paula y su Padre

En sus ojos, la ternura se multiplica.
Paula apenas comienza a nombrar el mundo,
y ya lo ilumina.
Junto a su padre, todo parece más seguro.
Hay vínculos que no se explican,
solo se observan en silencio
y se agradecen.


le vendredi 9 mai


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Tania e Isabel

Ahí están. Como si hubieran emergido de la tierra misma, hijas del barrio y del polvo ancestral que aún susurra entre los cerros. Las conocí hace apenas un instante, pero en su andar se adivinan siglos de historias no contadas, palabras que aún no han encontrado papel, pero ya pesan en la memoria de las calles.

Son de Comunicación y Cultura en la UACM, pero no necesitan decirlo: lo grita la dignidad de sus posturas, la calma de sus sonrisas frente al viento que raspa la cara y pule la voluntad. Ellas entienden que la cultura no se aprende entre muros de concreto, se vive en el asfalto caliente, en los murales que lloran colores, en las esquinas donde el mundo parece girar más despacio.

Humanas. Con todo lo que ello significa. Con la herencia de los abuelos en la mirada y la rebeldía de los que saben que la historia también se escribe con tacones polvorientos y carcajadas a contracorriente.

Pero ¿quién necesita tiempo cuando las almas reconocen en un segundo lo que los relojes tardan años en entender?


le jeudi 8 mai


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My bro

Detrás de la pantalla, en el umbral de un azul que recuerda al nácar de los dioses olvidados, está Lalo. Diez años de amistad que no caben en las cuentas de un calendario, porque hay vínculos que no se miden en minutos ni en horas, sino en las eternidades compartidas de las buenas conversaciones y los silencios cómodos.

Ahí está, inclinado sobre sus pensamientos como si fueran códices antiguos, descifrando la vida con esa mirada de quien ya ha cruzado varias veces sus propios desiertos. Al frente, la pantalla proyecta un paisaje de montañas moradas y cielos imposibles, pero la verdadera geografía está en ese rostro sereno, donde las tempestades ya han pasado y sólo queda la claridad de un horizonte amigo.

Lalo, cuyo nombre bien podría ser de un antiguo sabio o de un trovador de caminos, es de esos compañeros que aparecen justo cuando las brújulas se rompen. Y no para darte el norte, sino para recordarte que a veces perderse es también encontrar el rumbo.

Porque hay amistades que no son simplemente humanas, son relicarios donde guardamos lo mejor de nosotros, y Lalo es precisamente eso: un relicario viviente, donde el tiempo ha dejado oro en lugar de óxido.


le mercredi 7 mai


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Los Invisibles del Sol

Afuera, donde la ciudad respira por las grietas y suda indiferencia en las banquetas rotas, alguien se sienta contra el muro —no espera, no sueña, no huye: simplemente está.
Envuelto en andrajos como en capas de siglos, acurrucado en la esquina donde la vida pasa sin saludar, donde los tacos ya no huelen ni las tortas nombran hambre.
No pide. No grita. Apenas se mueve. Su silencio duele más que cualquier discurso.

Frente a él, el mundo: una señora vestida de domingo, una bolsa con flores dibujadas, sandalias que conocen mejor el asfalto que los templos. Pasa. Mira sin mirar. O tal vez mira, pero no sabe qué hacer con lo que ve.

La calle es un templo sin dioses, un altar donde se ofrenda la dignidad. Y la ciudad, esa gran madre de concreto, ha parido hijos que ya no puede abrazar.
¿Es difícil vivir en la calle? ¿O es más fácil que vivir con miedo, con vergüenza, con promesas rotas?

En el fondo, lo más duro no es dormir en el suelo, sino ser parte del mobiliario urbano. Ser sombra en un día nublado. Ser pausa en el paso apresurado de los demás.

Y sin embargo, ahí está. Él. Ella. Ellos. Los invisibles.
Los que no caben en las estadísticas ni en las selfies.
Los que existen como prueba de que el mundo aún no es justo.


le mardi 6 mai


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Gracias a ustedes, las cruces brillan: homenaje a quienes hacen posible la tradición

Cada año, cuando se levantan las cruces de dulce y espejo en San Lorenzo Tezonco, no es solo la tradición la que se renueva: es también la fuerza de una comunidad que cree en el trabajo colectivo, en la memoria viva y en la belleza compartida.

La Calle de las Cruces no se adorna sola. Detrás de cada figura colorida, de cada dulce pegado con esmero, de cada cruz centelleante, está el esfuerzo de hombres y mujeres que dedican tiempo, corazón y organización para que esta festividad, con más de cien años de historia, siga siendo un orgullo del pueblo.

Gracias a quienes limpian, pegan, diseñan, cargan, cocinan, llaman, convocan, iluminan, cuidan y acompañan. A quienes, sin pedir nada a cambio, saben que celebrar también es resistir, y que resistir juntos es un acto de amor por el barrio, por los abuelos, por los que vendrán.

Cada sonrisa, cada fotografía, cada visita y cada mirada de asombro es posible porque ustedes no dejan que esta tradición muera. Porque entienden que las cruces no solo se levantan con clavos: se levantan con comunidad.

Hoy, más que nunca, reconocemos su entrega. Gracias por mantener viva la Calle de las Cruces. Gracias por recordarnos que, cuando hay unión, hasta el concreto florece.


le vendredi 2 mai


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Miguel Ángel y Nancy: la rueda del destino

Miguel Ángel no entrega comida, entrega destino. Recorre la ciudad como un antiguo mensajero, no de papiros ni de decretos imperiales, sino de tortas al pastor y sushi en caja de unicel. Su silueta —erguida, resuelta— corta el aire como un presagio urbano. La mochila negra a la espalda lleva el emblema de DidiFood, pero también el peso de los días, el sudor del mediodía y los suspiros del crepúsculo.

A su lado, o más bien bajo él, su fiel yeguada de metal: Nancy. Dos ruedas que son círculos mágicos, protectores y perpetuos. Nancy no es bicicleta, es brújula y confidente. Con ella ha trazado los signos secretos de las colonias populares, ha domado los baches del oriente, ha danzado entre coches como un guerrero de asfalto. Nancy no se cansa, no se queja: sabe que es la extensión misma del cuerpo de su jinete.

Juntos han sorteado lluvias que caen como maldiciones, semáforos descompuestos y perros que ladran a la rueda como si mordieran el destino. Pero ellos avanzan. Porque el camino no es suyo: es del otro, del que espera. Del que aguarda un caldo caliente o un postre con nombre de nube.

Miguel Ángel no es un repartidor: es un Hermes moderno. Y Nancy, su caduceo de acero y caucho. Juntos, cruzan la ciudad dibujando con cada entrega el antiguo mapa de los oficios olvidados, los que aún resisten, los que aún ruedan.


le jeudi 1 mai


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