Danza aérea en Iztapalapa: el vuelo ritual de los cuerpos libres
05/04/2025
En el corazón palpitante de Iztapalapa, donde la historia se entreteje con las venas abiertas de la ciudad, un grupo de mujeres, niñas y jóvenes ascienden por las telas como si treparan hacia el cielo del Anáhuac. Suspendidas entre las ramas de los árboles y los hierros urbanos, ejecutan un rito antiguo con ropaje moderno: el arte de elevar el cuerpo para liberar el espíritu.
La danza aérea no es solo ejercicio: es una forma de sabiduría encarnada. Fortalece músculos y voluntad, flexiona la carne y la mente, mientras cada nudo es símbolo de los desafíos que se conquistan. En estas telas, las jóvenes de Iztapalapa reescriben el destino que otros han querido imponerles: desde la altura, el barrio se ve distinto, y ellas también se ven distintas —más grandes, más fuertes, más suyas.
Como en los antiguos voladores de Papantla que giraban descendiendo desde lo alto, estos danzantes modernos desafían la gravedad con movimientos que son oración y rebelión. El aire se convierte en territorio, y el cuerpo en mapa de resistencia. No se trata solo de arte ni de acrobacia: se trata de identidad, de comunidad, de belleza insurgente.
Bajo el concreto y entre las jacarandas, el puente deja de ser infraestructura y se vuelve altar. Aquí se suspenden las fronteras de la calle y se consagra el derecho a soñar con el cuerpo. Porque cuando una niña se eleva entre telas de colores, no solo entrena: se reconcilia con su fuerza, honra su linaje y reclama su porvenir.
Esta es la danza aérea en Iztapalapa. Y en cada vuelo, un acto de amor a la vida.