Hermes 33, el mensajero del viento
06/04/2025
Por los carriles del Periférico Oriente, donde el humo quiere ser horizonte y el asfalto arde como desierto sin oasis, circula un hombre que ha hecho pacto con el aire. Su nombre es Alejandro Rodríguez, y su montura no es de carne ni de motor, sino de acero y voluntad. La ha bautizado con el nombre de los dioses que cruzaban el mundo a toda velocidad: Hermes 33, viajero urbano, mensajero de una esperanza que pedalea.
No contamina, no engorda, no se rinde. Cada giro de su rueda es una oración al porvenir. Cada metro que recorre es un manifiesto silencioso contra el envenenamiento de esta gran urbe que fue lago, que fue chinampa, que fue jardín. Su cuerpo, afinado por la disciplina y el camino, desafía la quietud tóxica del auto. Su presencia, ligera y firme, recuerda que otra ciudad es posible, si se le recorre con dignidad y esfuerzo.
Mientras otros miden su avance en caballos de fuerza, él lo mide en alientos contenidos, en sudor sagrado, en tiempo ganado a la salud. Él no se desplaza, él vuela. Y en su vuelo deja huellas invisibles que oxigenan esta Ciudad de México que tanto lo necesita.
Alejandro no lo dice, pero lo sabe: cada mañana, al montar a Hermes 33, está salvando al mundo —aunque sea un poco, aunque sea en su pedacito de ruta. Y eso, en tiempos como estos, es más que suficiente.