Mar, Fiona y Edgar
29/06/2025
Xochimilco no es solo un espejo de agua: es un espejo del alma cuando se sabe remar en compañía. Ese día, Fiona, Mar, Edgar y yo fuimos parte de una coreografía antigua, donde cada mirada, cada gesto y cada silencio construyeron algo más profundo que el trayecto.
La remada fue apenas el umbral. Lo crucial fue el proyecto de Fiona, que con generosidad nos invitó al juego, a la danza, al observar sin urgencia, al no hablar cuando el alma escucha, al entender –sin explicaciones– que estamos aquí para sostenernos, acompañarnos, sostener la vida.
Y ahí, en ese estar juntos, lo invisible se volvió sustancia: la presencia, la atención, el cuidado, la confianza. Ir ganando en la vida –decía aquel sabio de la palabra honda– no es acaparar logros, sino cultivar la ternura del vínculo, la dignidad del esfuerzo compartido, el gozo de la entrega sin medida.
Gracias, Fiona, por hacernos parte. Y gracias, Edgar, por invitarme a esta experiencia que nutre, que queda, que enseña.