Esmeralda al volante
08/06/2025
No es solo un nombre. Es un talismán.
Se llama Esmeralda, y brilla. No como joya en escaparate, sino como faro en la noche húmeda de la ciudad.
Conduce un Uber, pero en realidad abre portales. Esquiva baches como quien esquiva destinos torcidos, y a cada pasajero le da un pedazo de silencio, o de palabra. Porque Esmeralda no solo maneja: escucha, lee, presiente.
Hay quien sube y la mira con duda: ¿ella es la conductora?
Y sí, lo es. Pero también es más.
Es madre, hermana, guerrera. Y por las noches, cuando cruza Iztapalapa, Tlalpan o el periférico envuelto en luces intermitentes, lleva un escudo invisible en la espalda: el escudo de quien ha resistido todo.
Le han dicho cosas al oído que no pidió.
Le han hecho preguntas que duelen.
Pero Esmeralda no frena.
Acelera suave, con sabiduría.
Su Uber es su refugio y su territorio. Su volante, un círculo mágico donde nadie la toca sin permiso.
Las apps le dicen “socia conductora”, pero ella se sabe más:
una guardiana del tránsito humano,
una hechicera que encuentra rutas donde otros solo ven tráfico.
Una mujer que, aun cansada, no olvida su nombre.
Esmeralda.
Brilla aunque nadie mire.