Bajo el manto oscuro de la noche, la calle húmeda refleja el tenue brillo de las luces cercanas, mientras los árboles de Navidad, perfectamente alineados, parecen esperar su turno para convertirse en el centro de algún hogar. Entre el aroma fresco del follaje, un par de vendedores aguardan, pacientes, envueltos en la tranquilidad de la jornada nocturna. Las fachadas de los edificios circundantes, testigos silenciosos, enmarcan una escena tan cotidiana como mágica: un rincón urbano donde la tradición de fin de año encuentra su espacio, entre el bullicio apagado de la ciudad y la promesa de un árbol que llevará consigo un trozo de esta noche.