3 palomos
18/03/2025
Viven entre el concreto y el bullicio, entre plazas arboladas y banquetas desgastadas. Las palomas de la Ciudad de México son parte del paisaje urbano, compañeras invisibles del trajín cotidiano. Se posan en cables, cúpulas, hombros de estatuas y aleros antiguos, como si fueran guardianas discretas del tiempo que pasa.
Las vemos volar en espirales cuando suenan las campanas, descender en picada cuando alguien lanza un puñado de migas. Parecen libres, pero también marcadas por la costumbre de la ciudad. Algunas nacieron en un parque; otras, quizás, vienen de otras urbes, migrantes aladas en busca de un respiro entre el caos.
Son aves comunes, sí, pero también testigos de historias: de besos furtivos en Bellas Artes, de marchas en el Zócalo, de tardes lentas en los portales de Iztapalapa. En sus ojos pequeños cabe el reflejo de una ciudad entera.
A las palomas, que no piden mucho pero siempre están, gracias por recordarnos que la ciudad también vuela, que hay belleza en lo cotidiano y que, a veces, basta con mirar hacia el cielo.