Asunción: el árbol que no se va
02/04/2025
En la Colonia Francisco Villa, donde el sol se derrama sobre banquetas rotas y los pinos doblan el cuello para oír mejor los cuentos del viento, vive Asunción. No es solo una mujer, no es solo una abuela. Es raíz viva. Es memoria tibia. Es hogar de palabras antiguas y silencios sabios. Ella —como los códices que aún laten bajo la tierra de Iztapalapa— guarda en su voz los rezos del maíz y las canciones que ya no salen en la radio. Su risa no suena, sino que **resplandece**. Como si cada carcajada encendiera una luz antigua sobre el rostro de Sergio, su nieto, que crece a su sombra con la calma de quien sabe que tiene un lugar en el mundo. Abuela es una palabra que no envejece. Como las raíces que nunca se ven, pero sostienen todo. Y Asunción, como árbol en tierra volcánica, se ha curvado con los años para proteger. En su falda, Sergio encuentra lo que la ciudad ha olvidado: el sabor del pan recién hecho, las historias sin prisa, los consejos que no vienen de Google, sino del corazón. Pablo Neruda escribió una vez: * »Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. » * Y es que mientras una abuela viva respire en nuestras casas, **la primavera no se va del todo**. Tener abuela es tener refugio. Es saber que hay alguien que recuerda lo que tú aún no sabías que habías olvidado. Tener a Asunción es tener un mapa en medio del caos, una brújula hecha de afecto. Y en esta casa de Francisco Villa, donde un mural pinta la esperanza y el pino se dobla como en reverencia, ahí están: Asunción y Sergio. Nieto y abuela. Futuro y raíz. Un abrazo que atraviesa los siglos.