José Santiago Flores R.

01/04/2025

En la política —ese arte de la voluntad y la constancia— a veces uno tiene la fortuna de cruzarse con personas que no solo abren puertas, sino que acompañan el paso con generosidad. A José Santiago lo conocí cuando aún andaba tanteando los bordes de este oficio exigente; él, con esa mezcla de paciencia antigua y mirada firme, me extendió la mano, no solo a mí, sino a mi equipo, reconociendo en cada uno no solo el presente, sino la promesa del porvenir. Desde 2018 hasta hoy, ha sido guía sin imposición, maestro sin dogmas, y sobre todo, amigo sin reservas.

Hoy le tomé una fotografía —modesto homenaje— para agradecerle su tiempo compartido, su oído atento incluso en el desorden de las campañas, su consejo que no busca el aplauso, sino el crecimiento. En su temple aprendí que la política también puede ser un acto de lealtad afectiva, donde las decisiones nacen del compromiso, pero se sostienen con humanidad. Gracias, jefe Santiago, por ser brújula, compañía y firmeza. En esta imagen va una historia de gratitud, de formación y de afecto que no se borra.