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C.A.
Trabajar con Alberto me confirmó algo simple y poderoso: los enfoques pueden ser distintos y, justo por eso, el resultado es más rico. En poco tiempo aprendimos a escuchar, sumar miradas y decidir con calma, siempre con propuestas claras. Entre pendientes nos quedó un festejo atrasado, pero no olvidado: hoy celebramos su cumpleaños —y la Directora se encargó de que al compa Beto no le faltara pastel ni aplausos—. Gracias, Alberto, por poner el equipo por delante y recordarnos que la diversidad de ideas es nuestra mejor herramienta.
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Rocio y Fernando , trabajando
Fernando no era solo un compañero de trabajo: era de esos que hacen que el día pese menos y la carga se vuelva más ligera. Siempre dispuesto a tender la mano, con la palabra justa para calmar o animar, y con esa forma de ver las cosas que invitaba a encontrar soluciones en lugar de problemas.
Su entrega no se medía solo en horas, sino en la calidad de su presencia: en cómo escuchaba, en cómo entendía y en cómo trabajaba por el bienestar de todos. Fernando creía en el trabajo bien hecho, pero también en la importancia de que ese trabajo sirviera para algo más grande que uno mismo.
Queda en nosotros el ejemplo que dejó: la calma ante la tormenta, la disposición para ayudar y la certeza de que, con voluntad y respeto, se puede construir algo mejor.
Hoy confiamos en que Fernando está con el Creador, en un lugar donde el descanso es eterno y la paz no se interrumpe. Que su espíritu, ahora libre de todo peso, siga acompañando a quienes lo recordamos con cariño.
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Teocelo, Veracruz — Fiesta de la Asunción.
“Asunción”, del latín assumptio: ser elevada. Y aquí se eleva la imagen, pero también las manos que la cargan. Sobre las andas —plataforma cuyo nombre recuerda el verbo “andar”— son hombros de mujeres los que hacen caminar a la patrona: paso firme, respiración compartida, el peso vuelto ritmo. Desde inicios de agosto llega la flor; el 14 se alza el arco floral frente al templo; el 15, la procesión cruza las calles entre alfombras de aserrín, música y desfiles. Tradición centenaria que no sólo celebra un dogma: confirma una comunidad.
A la manera de Gutierre Tibón, diría que los nombres guardan memoria y orientan: este nombre, Asunción, nombra el deseo de levantar lo que amamos. Cada agosto, sin prejuicios y con alegría, ellas sostienen la imagen y, con ella, sostienen la memoria del pueblo. Comunidad en movimiento.
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Juan , Alejandra y Juan José.
3 de agosto.
A la orilla del río entiendo —como diría Gutierre Tibón— que los nombres son raíces que recuerdan de dónde venimos. Juan, del hebreo Yôḥānān, “la gracia”; Alejandra, del griego “la que protege”; Juan José, doble promesa: la gracia que añade. Con esos nombres camina mi familia de Teocelo, Veracruz; desde la Ciudad de México me sé afortunado de seguir trenzando el hilo.
La fotografía no es sólo un recuerdo: es un acta afectiva. Mantener el vínculo es preguntar por las historias, aprender los apellidos, escuchar a los mayores sin prejuicios y con calma, y proponer que la juventud crezca con raíces claras. Entre rocas y hojas húmedas confirmo que familia es compañía y tarea: cuidar lo que nos nombra y reír juntos —como cuando volvemos al río y el tiempo se hace cercano.
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Mi sobrina
Meredith aparece en la cocina tibia de Teocelo como quien abre un libro de familia. Su nombre —viajero, de antiguas lenguas— me recuerda que los nombres son brújulas: nos orientan hacia los nuestros. A la manera de Gutierre Tibón, pienso que cada apellido es un puerto y cada fotografía, un acta afectiva: confirma que venimos de algún sitio y de alguien.
Ella es mi sobrina y también mi amiga; con ella comparto risas, guerras de espuma y el pequeño ritual de mirar el mundo por el visor. En esas escenas se aprende lo esencial: la familia no es sólo sangre, es memoria puesta en común. Conocer las raíces no encadena; al contrario, da piso para caminar más ligero hacia el futuro.
Esta imagen propone eso: cuidar el hilo que nos teje —preguntar a las abuelas, nombrar los lugares, guardar las historias— y hacerlo sin prejuicios, con calma y alegría. Que la juventud encuentre en sus raíces una promesa y no una carga.
Teocelo, Veracruz.
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