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Xochimilco
Xochimilco es una de las joyas naturales y culturales más emblemáticas de la Ciudad de México. Con sus canales y chinampas, este ecosistema único ha sido un símbolo de la herencia prehispánica y un espacio vital para la biodiversidad. Xochimilco no solo representa un vestigio vivo de las antiguas prácticas agrícolas de los pueblos mesoamericanos, sino que también alberga una fauna extraordinaria, entre la que destaca el ajolote o Ambystoma mexicanum. Esta criatura endémica, conocida por su capacidad de regeneración, se ha convertido en un símbolo de la riqueza biológica de Xochimilco y un recordatorio de la importancia de conservar los ecosistemas naturales.
La situación actual de Xochimilco es crítica. La urbanización y el crecimiento demográfico de la Ciudad de México han impactado gravemente el equilibrio ecológico de la región. La desecación de los canales, la contaminación del agua y la introducción de especies invasoras, como la tilapia, han puesto en peligro el hábitat del ajolote y otras especies nativas. Este deterioro no solo afecta al ajolote sino también a las prácticas agrícolas en chinampas, que dependen de la calidad del agua y de un ecosistema saludable.
Preservar el ajolote y su hábitat en Xochimilco es esencial para conservar la biodiversidad y el patrimonio cultural de la región. La extinción de esta especie significaría la pérdida de un ser con un profundo valor científico, ecológico y cultural. Además, su desaparición simbolizaría la degradación de Xochimilco como espacio de vida y herencia. Para proteger al ajolote, es necesario tomar medidas urgentes, como la reducción de la contaminación, la conservación de los canales y la reintroducción de métodos agrícolas sostenibles en las chinampas.
En conclusión, la preservación de Xochimilco y el ajolote es una responsabilidad compartida entre las autoridades, la comunidad local y la sociedad en general. No solo es una cuestión de preservar una especie, sino de mantener viva la conexión entre los habitantes de la Ciudad de México y su historia, su cultura y su naturaleza.
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Artista plástico
La Ciudad de México es un semillero de talento artístico que va más allá de los nombres que dominan los museos y galerías prestigiosas. Existe una comunidad vibrante de artistas plásticos emergentes y subestimados cuyo trabajo refleja una creatividad inagotable y una técnica depurada. Estos artistas, a menudo con pocos recursos y escasa visibilidad, logran obras que no solo están a la par, sino que, en muchos casos, superan a las de figuras renombradas.
Estos creadores, dispersos en barrios populares y espacios alternativos de la ciudad, desarrollan su arte explorando técnicas y materiales que desafían las normas establecidas. Desde murales y esculturas en espacios públicos hasta instalaciones y piezas conceptuales, su obra se nutre de una conexión profunda con las problemáticas sociales, urbanas y culturales que se viven día a día en la capital. Su arte tiene una frescura y autenticidad que solo el contacto directo con la realidad local puede brindar.
A diferencia de los artistas de renombre, cuyas carreras suelen contar con el respaldo de grandes instituciones, muchos de estos artistas trabajan de manera independiente, impulsados por el deseo de expresar lo que significa vivir y resistir en una ciudad en constante cambio. La falta de reconocimiento formal no les impide generar un arte de altísima calidad, innovador y muchas veces más cercano a la gente que el arte que se exhibe en los museos.
Es en estos rincones menos explorados donde la Ciudad de México muestra su verdadera riqueza artística, gracias a la labor de estos artistas anónimos que, con sus manos y su creatividad, llenan de color y vida los espacios cotidianos.
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Camarada
Las madres solteras representan un ejemplo de fortaleza y resiliencia incomparable. Enfrentan diariamente desafíos que las obligan a tomar decisiones importantes sin el apoyo constante de una pareja, equilibrando la crianza de sus hijos con las responsabilidades del trabajo y el hogar. Su capacidad para adaptarse a situaciones difíciles y seguir adelante con determinación es digna de admiración, convirtiéndolas en auténticas guerreras de la vida cotidiana.
Además de ser el pilar de sus familias, las madres solteras también contribuyen activamente a la sociedad y el ámbito laboral, desafiando los estereotipos y demostrando que pueden alcanzar sus metas profesionales mientras crían a sus hijos. Su autonomía y empoderamiento no solo benefician a sus familias, sino que también muestran el valor de la independencia y la fuerza interior. A través de redes de apoyo y solidaridad, muchas de ellas encuentran la fortaleza en la unidad, creando comunidades basadas en la comprensión mutua.
El amor incondicional que brindan a sus hijos, junto con su dedicación incansable, hace que las madres solteras sean una fuente de inspiración para las futuras generaciones. Su capacidad para superar obstáculos y seguir persiguiendo sus sueños, a pesar de las adversidades, es un ejemplo de que todo es posible con valentía y determinación. Las madres solteras nos enseñan que el coraje y la entrega no tienen límites, y que su rol en la sociedad es crucial y valioso.
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Alone
A las personas que recorren nuestras calles sin más compañía que su sombra y el cielo sobre sus cabezas, vaya nuestra admiración. Ellas, a menudo invisibles para una sociedad que mira de prisa, cargan historias de vida que nos recuerdan lo frágil de nuestra existencia y lo resistente del espíritu humano. La resiliencia que muestran día a día es digna de un profundo respeto: han encontrado en los rincones de la ciudad un refugio y, en medio de la intemperie, siguen adelante con una valentía que muchos ni siquiera imaginan.
Cada rostro tiene una historia, cada mirada refleja vivencias que van más allá de lo que cualquier palabra puede abarcar. En un mundo que a veces parece olvidar su humanidad, ellos nos enseñan sobre la dignidad de vivir con lo mínimo, el coraje de seguir en pie y la sabiduría de adaptarse a cada día como viene. Son almas fuertes, que encuentran belleza y sentido en los detalles más pequeños, que conviven con la ciudad de una forma que pocos entenderían.
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La muerte
Muerte, compañera antigua y siempre presente en la cultura mexicana, tú no eres final sino tránsito, no eres sombra sino espejo. Desde tiempos ancestrales, te hemos vestido de flores y colores, te hemos hecho una amiga a quien miramos de frente, con respeto pero sin temor. En el Día de Muertos, te honramos y celebramos, trayéndote a la mesa, recordándote en cada altar y veladora, en cada fotografía que revive la memoria de quienes nos precedieron.
Para el mexicano, eres una puerta hacia el reencuentro, un lazo eterno que une a los vivos con los que ya partieron. Te llevamos en los cantos y en las ofrendas, en el olor del cempasúchil y el dulce de la calavera de azúcar. Porque sabemos que, aunque implacable, eres parte de un ciclo más vasto, una presencia que no borra, sino que transforma, y que en cada muerte hay un regreso y en cada despedida, un nuevo principio.
Así, Muerte, te abrazamos sin perder la vida, porque en la cultura mexicana somos hijos de la tierra y el cielo, y comprendemos que vivir y morir son solo dos lados de un mismo camino.
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