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skatepark de Periférico y Avenida Tláhuac
A los jóvenes que patinan en el skatepark de Periférico y Avenida Tláhuac:
En la frontera difusa entre el asfalto de la periferia y las esperanzas de un mañana incierto, emerge un espacio que no sólo es un parque de patinetas, sino un territorio simbólico, un campo donde las trayectorias de la vida se entrecruzan, se desafían y se transforman. Aquí, en esta explanada de concreto, donde los límites no los marca el diseño del espacio, sino las posibilidades que ustedes inventan con cada truco, cada caída y cada salto, se construye una forma de resistencia ante los retos que la sociedad les impone.
El skatepark no es solo un lugar físico; es un campo social, como diría Pierre Bourdieu, un espacio de acción y significación donde se ponen en juego capitales invisibles: la solidaridad, la persistencia, el ingenio y el respeto mutuo. Cada giro en el aire, cada maniobra en el borde de una rampa es una metáfora de las luchas cotidianas que enfrentan fuera de este espacio. La tabla se convierte en un símbolo de resistencia y agencia: un medio para demostrar que, aunque las estructuras sociales puedan ser rígidas, siempre hay maneras de subvertirlas, de reinterpretarlas, de encontrar equilibrio incluso en terrenos resbalosos.
En este campo, ustedes han redefinido las reglas del juego. El skatepark no es un espacio jerárquico donde el poder se concentra en unos pocos, sino un lugar donde la comunidad emerge como la forma más valiosa de capital. Quien domina un truco difícil no lo guarda celosamente; lo comparte, lo enseña, lo convierte en un conocimiento colectivo. Aquí no hay un mercado de competencias egoístas; hay un intercambio simbólico que refuerza el tejido social. Cada consejo compartido, cada mano que se extiende para levantar al compañero que cayó, es un acto de resistencia ante la lógica individualista que predomina fuera de este refugio.
Pero no se equivoquen: este espacio no está al margen de las estructuras sociales. Por el contrario, en cada esquina del parque resuena el eco de las desigualdades de la ciudad: la falta de oportunidades, el estigma hacia los jóvenes de la periferia, las carencias materiales que se hacen visibles en las tablas remendadas y las zapatillas desgastadas. Sin embargo, en lugar de sucumbir ante estas condiciones, ustedes las desafían, las enfrentan con creatividad y con la capacidad de reinventar su propio destino.
El skatepark de Periférico y Avenida Tláhuac es más que un lugar donde se practica un deporte; es un espacio de construcción identitaria. Aquí, la práctica del skate no solo se limita a lo técnico, sino que se convierte en una forma de expresar lo que las palabras a veces no alcanzan a decir. En cada salto fallido, en cada aterrizaje perfecto, en cada cicatriz que se lleva como un trofeo, se narra una historia de superación, de lucha, de resiliencia.
Ustedes han creado un microcosmos que desmiente los prejuicios hacia los jóvenes. Este no es un espacio de ocio vacío, sino un campo donde se ejercita la disciplina, donde se aprende a caer y a levantarse, no sólo en las rampas, sino en la vida. Cada obstáculo superado en el parque se convierte en un recordatorio de que los desafíos externos, aunque duros, no son insuperables.
La teoría de Bourdieu nos recuerda que el habitus —esa colección de disposiciones y prácticas que moldean nuestra manera de estar en el mundo— no es inamovible. En este espacio, ustedes están construyendo un habitus propio, uno que desafía las etiquetas impuestas desde fuera y demuestra que, aunque las condiciones sociales puedan limitar, no determinan. Ustedes son agentes activos, no sólo consumidores de un espacio urbano, sino creadores de un significado colectivo que trasciende las rampas y las barandillas.
En cada sesión, en cada tarde compartida, están construyendo algo mucho más grande que sus propios logros individuales. Están creando una comunidad, una red de apoyo que demuestra que, incluso en una ciudad que a veces parece indiferente, siempre hay lugar para la colaboración, la solidaridad y el deseo de superarse juntos.
Sigan patinando, no sólo sobre el concreto del parque, sino sobre los desafíos de la vida misma. Cada truco es un acto de resistencia; cada caída, una lección; y cada apoyo mutuo, una victoria contra un sistema que muchas veces les niega el derecho a soñar. El skatepark es suyo, pero su fuerza, su espíritu y su ejemplo son de todos.
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A los hombres y mujeres del camino
A los hombres y mujeres del camino:
En el vasto mapa de asfalto que dibuja el cuerpo de nuestra tierra, ustedes, los traileros, son los latidos constantes de un corazón que nunca deja de moverse. La vida se despliega sobre sus parabrisas como una película interminable: amaneceres que nacen detrás de montañas lejanas, lluvias que se desmoronan sobre las luces de sus faros, carreteras solitarias que atraviesan un tiempo que parece estar siempre en fuga.
Ustedes son los custodios de la distancia, los traductores de lo lejano en lo cercano, los que, desde la cabina de sus camiones, llevan sobre los hombros no sólo la carga de sus tráileres, sino también el peso invisible de un país que depende de su movimiento para no detenerse. Sin ustedes, los puertos se vaciarían, los mercados quedarían desiertos y las ciudades, esas grandes bestias insaciables, se encontrarían hambrientas y desnudas.
Pero ser trailero no es solo un oficio, es una manera de habitar el mundo. En cada kilómetro recorrido, en cada curva conquistada, en cada noche en que el sueño amenaza con caer más pesado que la carga misma, hay una pequeña lucha, un pacto entre la resistencia humana y la máquina que les acompaña. Ustedes son los marineros de un océano de tierra, los habitantes de una soledad que, aunque inmensa, no los vence.
Porque ¿qué es un camión sino una extensión del cuerpo, un lugar donde se mezclan el sudor del trabajo y la precisión del arte? Ustedes saben escuchar el susurro del motor como si fueran médicos al oído del corazón. Cada vibración, cada quejido de la máquina les habla, y ustedes responden con manos firmes, con un instinto que no se enseña, que sólo se aprende viviendo.
Y, sin embargo, entre los kilómetros recorridos y los mapas desgastados, hay un peso mayor que el de la carga que transportan: el de la distancia, esa vieja enemiga que les separa de quienes aman, de las mesas donde no siempre pueden sentarse, de las risas que a menudo sólo escuchan en recuerdos. Pero incluso en esta ausencia hay una fuerza extraordinaria, porque cada regreso —por breve que sea— está cargado de un significado que sólo ustedes conocen, un amor que se mide en kilómetros y en sacrificios.
A veces, cuando la noche cae sobre la carretera y el mundo parece haberse escondido detrás de las sombras, puede parecer que son invisibles, que nadie les ve, que nadie les piensa. Pero no es así. Sepan que en cada hogar iluminado, en cada plato servido, en cada estante lleno, hay un rastro de ustedes, un eco de su esfuerzo. El mundo se mueve porque ustedes no se detienen.
José Saramago, en su infinita sabiduría, nos enseñó que no hay historias pequeñas, sólo ojos que no saben mirar. Y si alguien observa con atención, verá en cada trailero una épica cotidiana: el coraje de enfrentar los caminos, la paciencia de soportar las largas horas y el espíritu indomable de quienes saben que el destino siempre está más allá de la siguiente curva.
Ustedes son los poetas del camino, los tejedores de rutas imposibles, los que cargan no sólo mercancías, sino el pulso vivo de un mundo que a menudo olvida lo que debe a sus manos. Y si alguna vez sienten que el cansancio pesa más que la carga, recuerden esto: son los héroes invisibles de un tiempo que necesita movimiento para no volverse polvo.
Que cada kilómetro les lleve más cerca del destino que buscan, y que, al final del trayecto, encuentren el descanso que merecen y el abrazo que les espera.
A ustedes, los eternos viajeros de lo incierto.
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love
A quienes aman a los perros:
Amar a un perro es descubrir una forma de amor que no conoce palabras, pero que todo lo dice. Es sentir en el movimiento de una cola, en el calor de un hocico que busca nuestra mano, o en la mirada profunda que parece leer el alma, la más pura expresión de lealtad, de afecto incondicional, de una conexión que trasciende la razón.
Un perro no te ama porque seas perfecto, ni porque tengas éxito o porque se lo pidas. Te ama porque existes, porque en su mundo, tú eres su hogar, su manada, su universo entero. Ellos no preguntan por tus errores ni cargan con tus culpas; en su corazón, solo hay espacio para el ahora, para el momento compartido, para la alegría sencilla de estar contigo.
Hay quienes dicen que el amor de un perro es simple, pero no hay nada más profundo que un amor que no pide nada a cambio. Ellos nos enseñan lo que significa estar presentes, lo que es celebrar las pequeñas cosas: una caminata, un rayo de sol, un lugar cómodo donde descansar juntos. Nos recuerdan que la felicidad no necesita ser complicada.
Amar a un perro es también aceptar el dolor que inevitablemente llegará. Porque, aunque sus vidas sean breves en comparación con las nuestras, el tiempo que compartimos con ellos queda impreso en nuestra memoria como un amor eterno. Y cuando se van, dejan un vacío que solo puede ser llenado con gratitud por todo lo que nos dieron: su compañía, su alegría y su enseñanza de cómo amar sin medida.
Para quienes comparten su vida con un perro, saben que no es solo una mascota: es un amigo, un confidente, un maestro. Y quienes aman a los perros, en realidad, están aprendiendo a amar mejor al mundo. Porque ese amor, nacido en la conexión entre dos especies, nos enseña empatía, paciencia y bondad.
Así que a ustedes, amantes de los perros, les decimos: sigan amando con esa intensidad y pureza. Sigan aprendiendo de sus compañeros de cuatro patas a vivir el momento, a perdonar con facilidad, a ser leales incluso en los días difíciles. Porque en sus ojos brillan las lecciones que el amor humano a veces olvida.
Y recuerden, como diría cualquier perro, sin necesidad de palabras: « Amar es estar juntos, y estar juntos lo es todo. »
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les Boléros à Iztapalapa
El Oficio de los Boleros en Iztapalapa: Espejo de una Ciudad
Los boleros de Iztapalapa, como sombras que pulen la superficie del tiempo, han resistido en las esquinas y las plazas, bajo el sol que todo lo calcina y la lluvia que arrastra los días. Sus manos son el eco de un oficio antiguo, donde la técnica se transmuta en arte y el arte en un acto de memoria. Ellos, con sus cepillos y betunes, son alquimistas del pavimento, restauradores de un brillo que se pierde entre los pasos de una ciudad que avanza sin mirar atrás.
En el paisaje vivo de Iztapalapa, entre el bullicio de mercados como el de La Nueva Viga y la solemnidad de los peregrinos en el Señor de la Cuevita, los boleros se alzan como testigos de un vaivén perpetuo. Su trabajo, íntimo y público a la vez, revela una danza sutil entre el cuerpo y la herramienta, una comunión entre el que limpia y el que espera. Mientras el zapato recobra su esplendor, ellos escuchan y cuentan historias, forjan vínculos invisibles con quienes transitan por sus sillas.
El acto de lustrar un zapato es más que un simple gesto; es una metáfora de la vida misma. El cuero, desgastado por el camino, se somete al ritmo del cepillo, y poco a poco recobra su luz. Así, el bolero transforma el desgaste en renacimiento, como un artesano que reconstruye el día a partir de los escombros de la noche.
En el corazón de esta ciudad que nunca duerme, su oficio es también resistencia. Mientras el mundo se adentra en la vorágine de la modernidad, donde todo es desechable y nada permanece, los boleros defienden con sus manos un tiempo más lento, un tiempo donde la conversación aún importa. Su oficio, como una llama tenue, persiste en medio del olvido, resistiendo al anonimato de la maquinaria urbana.
Pero el brillo no basta para ocultar las grietas. Los boleros, como otros oficios del margen, cargan el peso de la precariedad. Sin redes que los sostengan ni seguridades que los protejan, trabajan a merced de un sistema que los ve como espectros en un espejo empañado. Y sin embargo, ahí están: tercos, vitales, necesarios.
En Iztapalapa, el bolero no es solo un hombre o una mujer con un trapo en la mano. Es un símbolo de la vida cotidiana, un guardián de los pequeños rituales que nos humanizan. A través de sus gestos se entreteje una narrativa más amplia, una donde la ciudad y su gente dialogan sin palabras. En cada zapato reluciente hay un reflejo del alma urbana, una chispa de dignidad que persiste, luminosa y humilde, bajo el polvo del día.
Porque, al final, el bolero no solo limpia el calzado. Con cada movimiento, pule también las huellas de una ciudad que avanza y se recuerda, que se desgasta y se renueva, una y otra vez, como los pasos que nunca dejan de andar.
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Les acrobats à deux roues
Los acróbatas de dos ruedas
Van por las calles, desafiando el equilibrio, retando al viento y burlándose del suelo. Los jóvenes sobre bicicletas hacen magia con sus cuerpos, transforman lo cotidiano en asombro. Sus pies tocan los pedales, pero también vuelan. De pie sobre sus bicicletas, avanzan como equilibristas sin red, como danzantes sobre un escenario de asfalto.
No tienen alas, pero vuelan. No tienen aplausos, pero brillan. Cada truco es un grito de vida, una victoria contra las caídas, un poema escrito con movimientos que hablan de coraje y pasión. Son hijos de la calle, de la esquina, del barrio. Sus bicicletas no son solo ruedas y cadenas: son sueños con llantas.
Se caen, claro que se caen, pero vuelven a levantarse. Porque en cada golpe hay una lección, y en cada lección un nuevo intento. Sus manos, llenas de callos, sostienen el manubrio como si fuera el timón de un destino que ellos mismos han decidido construir. Y en cada pedalazo, en cada salto, desafían al mundo que insiste en ponerles límites.
No son héroes de capa y espada; son héroes de sudor y esfuerzo. Su espectáculo no se anuncia, no cobra entrada, no tiene reflectores. Pero ahí están, haciendo lo imposible en el silencio de las calles, donde el asombro se cuela entre los pasos apresurados de los demás.
Son los acróbatas de dos ruedas, los que no temen caer porque saben volar.
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El Graffiti Clandestino en la Ciudad de México: Voces en las Paredes
El Graffiti Clandestino en la Ciudad de México: Voces en las Paredes
El graffiti clandestino en la Ciudad de México es un grito visual que habita en los márgenes de lo permitido, una expresión que convierte las paredes en lienzos urbanos donde la ciudad dialoga consigo misma. Es una forma de arte efímero y rebelde, un lenguaje que desafía al tiempo, al espacio y a las normas impuestas. A través de colores intensos, trazos rápidos y mensajes encriptados, el graffiti cuenta historias de lucha, identidad y resistencia.
En las noches, mientras la ciudad duerme o finge dormir, los graffiteros recorren callejones, avenidas y azoteas, armados con latas de aerosol y un espíritu de creación que no pide permiso. Para ellos, el graffiti no es solo un acto estético, sino un ritual, una reivindicación del espacio público como territorio de expresión. Cada muro pintado es una declaración: aquí estamos, aquí existimos, y nuestra voz merece ser vista.
El graffiti clandestino en la Ciudad de México es diverso como la ciudad misma. Hay murales que son auténticas obras maestras, con colores que cuentan historias de barrios, leyendas y sueños colectivos. Hay firmas rápidas y nombres codificados que marcan el territorio de quienes se mueven en la periferia. Hay frases poéticas, políticas y filosóficas que desafían a quien las lee a detenerse, aunque sea por un instante, en medio del caos urbano.
Pero el graffiti clandestino también es perseguido, borrado, tachado. Para las autoridades, es vandalismo; para muchos transeúntes, es ruido visual. Sin embargo, su persistencia lo convierte en un testimonio de la resistencia cultural de quienes encuentran en el aerosol una herramienta de libertad. A pesar de los riesgos, los graffiteros vuelven cada noche, porque saben que el arte que no pide permiso es también un acto de rebeldía contra la indiferencia.
En una ciudad donde las voces suelen ser silenciadas, el graffiti clandestino es un recordatorio de que las paredes también hablan. Es la voz de quienes no tienen acceso a los grandes escenarios, pero encuentran en el espacio público un lugar para ser escuchados. Es la prueba de que el arte, incluso cuando es transgresor, tiene el poder de transformar la ciudad y de transformar a quienes la habitan. Porque, aunque efímero, el graffiti deja huellas: en las paredes, en los ojos de quienes lo ven y en el alma de una ciudad que nunca deja de reinventarse.
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UACM Fortalecida
Aux compañeros de San Lorenzo Tezonco qui consacrent leur temps et leurs efforts à renforcer non seulement leur corps, mais aussi les liens de la communauté : vous êtes un exemple de discipline, de dévouement et d’unité. Au-delà des poids et des routines, ils ont créé un espace où chaque répétition compte non seulement pour la croissance physique, mais aussi pour forger une communauté basée sur le soutien mutuel et la motivation constante.
Leur engagement à faire de l’exercice reflète un désir d’exceller, mais ce qui ressort vraiment, c’est la façon dont ils ont transformé une simple salle de sport ou un espace d’entraînement en un lieu de camaraderie et de respect. Grâce à cette énergie collective, l’effort d’une personne devient l’inspiration de tous. Continuons à soulever ensemble, car chaque objectif atteint est un triomphe partagé.
Félicitations pour avoir construit plus que du muscle : une véritable communauté !
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motocyclette
Las mujeres en motocicleta representan libertad, valentía y determinación. Aunque durante mucho tiempo el motociclismo fue percibido como un espacio predominantemente masculino, las mujeres han demostrado que no solo tienen un lugar en esta cultura, sino que son una fuerza transformadora. Desde las primeras pioneras como Bessie Stringfield, una mujer afroamericana que rompió barreras en los años 30 recorriendo Estados Unidos en su Harley-Davidson, hasta las mujeres actuales que desafían estereotipos y recorren carreteras con pasión, han dejado una huella imborrable.
Una mujer en motocicleta no solo conduce una máquina, sino que lleva consigo una historia de empoderamiento. Es el reflejo de la independencia y la capacidad de trazar su propio camino, desafiando los límites y demostrando que la fuerza no tiene género. Cada kilómetro recorrido es una muestra de su espíritu libre, de su valentía para enfrentar retos y de su compromiso por redefinir roles y espacios.
A todas esas mujeres que encienden motores y rompen esquemas: ustedes son inspiración y ejemplo de que los sueños no tienen barreras. ¡Que sigan las rutas y las historias por contar!
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Mujeres y hombres de limpia de la Ciudad de México
A las mujeres y hombres de limpia de la Ciudad de México:
En el corazón palpitante de esta vasta y caótica urbe, en las venas de asfalto y los pulmones de concreto que conforman nuestra Ciudad de México, ustedes son el pulso silencioso que nos conecta con lo esencial. Su labor, como un río constante, fluye por nuestras calles, recogiendo los vestigios de la vida urbana: los rastros de nuestra prisa, el eco de nuestros descuidos, el peso de una ciudad que nunca duerme.
Ustedes, guardianes del orden entre el desorden, labran su oficio en medio del caos cotidiano, enfrentando no sólo la materia tangible del trabajo, sino también la indiferencia de quienes olvidan que la limpieza no es un acto mecánico, sino un poema escrito con esfuerzo y sudor. Cada calle barrida es un verso de armonía, cada bolsa recogida un acto de reconciliación entre el hombre y su entorno.
En esta ciudad, donde el tiempo parece desbordarse como un río embravecido y la vida se amontona en el bullicio de mercados, avenidas y plazas, ustedes son los vigilantes que restablecen el equilibrio. Bajo el sol abrasador o la lluvia implacable, entre las sombras de los edificios y las luces intermitentes del tránsito, su labor se convierte en un acto cotidiano de amor por lo común, por el espacio compartido que nos une como ciudadanos.
No es poca cosa lo que hacen: su trabajo no sólo limpia las calles, sino que también pule el rostro de la ciudad, nos devuelve a un espacio que puede ser habitado, transitado y soñado. Porque una ciudad limpia no es sólo un lugar que brilla, es también un lugar que respira, que vive, que nos invita a imaginar un mañana más ordenado y digno.
Sepan que su esfuerzo no es invisible, aunque muchos no lo vean. Ustedes son los artesanos del paisaje urbano, los guardianes de la higiene que sostienen la estructura de lo cotidiano. Son el eco de quienes creen en una ciudad mejor, en un entorno que refleja la grandeza de quienes la habitan.
En sus manos descansa, como polvo en el aire, el futuro de nuestra convivencia. Que su trabajo sea reconocido como lo que es: una labor imprescindible, una muestra de disciplina y humanidad en medio del torbellino de la modernidad. Que cada uno de sus pasos, cada movimiento de la escoba y cada carga levantada, sea un recordatorio de que el cuidado del espacio común es también el cuidado de nuestra esencia como sociedad.
Gracias por ser los poetas del asfalto, los artesanos de la limpieza, los guardianes de esta gran urbe que, aunque imperfecta, late con la fuerza de quienes, como ustedes, la sostienen día a día.
Con gratitud y admiración,
La Ciudad de México,
la ciudad de ustedes
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Av. Ermita. Constitución de 1917 Iztapalapa, CDMX.
El tráfico nocturno en Avenida Ermita, en Iztapalapa, es todo un reflejo de la vida urbana en la CDMX: caótico, desafiante y lleno de historias que se cruzan en cada semáforo. Aunque la noche debería traer calma, en Ermita parece que el movimiento no descansa. Entre luces rojas interminables, motores impacientes y el bullicio de la ciudad, cada conductor libra una batalla de paciencia.
Es un escenario donde conviven aquellos que regresan a casa después de un día agotador, los que llevan el sustento en sus vehículos de trabajo y quienes, a pesar de todo, se toman un momento para escuchar música, reflexionar o simplemente respirar en medio del asfalto detenido. En Ermita, la noche no apaga el ritmo de Iztapalapa, sino que lo transforma en una danza de luces, claxons y resiliencia urbana.
Paciencia y buena música, porque incluso en el caos del tráfico, hay historias que esperan ser contadas
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Oscar en su Diamante
Un Héroe Urbano sobre Dos Ruedas: El Ciclista de la Ciudad de México
En una ciudad vibrante y compleja como la Ciudad de México, el ciclista urbano representa un verdadero ejemplo de valentía y compromiso. Usar la bicicleta como medio de transporte diario no solo demuestra un profundo respeto por el medio ambiente, sino también una resistencia admirable frente a los retos urbanos. Estos ciclistas eligen un estilo de vida sustentable, en donde cada pedaleo contribuye a reducir el tráfico, la contaminación y el ruido que afectan nuestra ciudad.
Además, aquellos que cargan objetos o mercancía en su bicicleta no solo muestran una gran habilidad y destreza para manejar en medio del tráfico, sino también una notable capacidad para la organización y el esfuerzo físico. Son personas que enfrentan la ciudad con el poder de sus piernas y una determinación firme, adaptándose al ritmo y las necesidades de su día a día, mientras brindan un ejemplo de movilidad limpia y eficaz.
Cada kilómetro recorrido en bicicleta significa una elección consciente de un futuro más saludable y sostenible para todos. Estos ciclistas son testimonio de que un transporte más humano es posible, y que el compromiso personal puede marcar la diferencia en una de las urbes más grandes del mundo. Para ellos, el camino es tanto un reto como una oportunidad para contribuir al bienestar colectivo.
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Xochimilco
El amanecer en Xochimilco es un espectáculo que detiene el tiempo, un encuentro mágico entre la naturaleza y la ciudad. Las primeras luces del sol pintan el cielo con tonos dorados, rosados y naranjas que se reflejan en las aguas tranquilas de los canales, creando un espejo perfecto donde el día empieza a nacer.
El canto de las aves acompaña el despertar de las chinampas, mientras una bruma ligera abraza los campos, añadiendo un misticismo único al paisaje. Es un momento de serenidad absoluta, donde la vida parece renacer con cada rayo de sol que atraviesa el horizonte.
El amanecer en Xochimilco no solo es hermoso, es un recordatorio de la riqueza natural y cultural que nos rodea, una invitación a conectarnos con lo esencial, con la tierra y con la paz que solo un rincón tan especial como este puede ofrecer.
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Le politique
La cerveza, una de las bebidas más antiguas y populares del mundo, es celebrada por su sabor, tradición y capacidad de unir a las personas en momentos de convivencia. Sin embargo, como todo en la vida, su consumo debe ser con moderación, ya que el abuso puede traer consecuencias negativas para la salud.
El consumo excesivo de cerveza puede ocasionar daños a corto y largo plazo. A corto plazo, afecta la capacidad de concentración, juicio y coordinación, aumentando riesgos como accidentes o conductas impulsivas. A largo plazo, puede contribuir al desarrollo de enfermedades como cirrosis hepática, hipertensión, obesidad, problemas cardiovasculares y trastornos del sistema nervioso.
Además, la cerveza contiene calorías vacías, lo que significa que aporta energía pero pocos nutrientes esenciales, y su consumo desmedido puede favorecer el aumento de peso y problemas metabólicos.
Disfrutar una cerveza ocasionalmente y en cantidades responsables puede formar parte de una vida equilibrada. Sin embargo, es esencial recordar que la verdadera celebración es cuidar nuestra salud y bienestar a largo plazo. ¡Todo con medida!
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Le look
La mirada de una mujer es un universo en sí mismo, profundo y lleno de significados. En sus ojos habita la fuerza de generaciones, la sabiduría de experiencias vividas y la ternura que construye y sostiene mundos. Cada mirada cuenta una historia: de lucha, de amor, de sueños que desafían barreras y de una esperanza que nunca se apaga.
Es una mirada que habla sin palabras, capaz de transmitir lo que el corazón siente con una intensidad que conmueve y transforma. En ella se refleja la capacidad de observar el mundo con sensibilidad, pero también con firmeza, enfrentando la vida con determinación.
La mirada de una mujer es un recordatorio de que detrás de cada par de ojos hay un alma poderosa, capaz de ver más allá de lo evidente y transformar lo ordinario en extraordinario.
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Barber Sgies
El trabajo de los barberos es mucho más que cortar cabello o arreglar una barba; es un arte que combina precisión, creatividad y un trato cercano que transforma la experiencia en algo personal. Los barberos no solo ofrecen un servicio, sino que generan confianza, estilo y momentos de conexión en cada cliente que se sienta en su silla. Con sus herramientas, son capaces de esculpir personalidad, reflejar identidad y dejar huella.
Un poco de historia
La barbería tiene raíces antiguas que se remontan a las civilizaciones egipcia, griega y romana, donde los barberos eran figuras de gran importancia social. En la Edad Media, además de arreglar el cabello y la barba, los barberos realizaban tareas como extracciones dentales, curación de heridas e incluso pequeñas cirugías, lo que los convirtió en profesionales multifacéticos conocidos como « barberos-cirujanos ».
Con el paso del tiempo, la barbería evolucionó hacia un espacio dedicado al cuidado personal y la estética masculina, convirtiéndose en puntos de encuentro donde se hablaba de la vida, la política y los asuntos cotidianos. Este legado de conversación y comunidad sigue vivo en las barberías modernas.
Los barberos en Iztapalapa
En Iztapalapa, los barberos no solo son artistas del estilo, sino también pilares de la comunidad. En sus pequeñas pero vibrantes barberías, se mezclan tradición y modernidad, adaptándose a las tendencias sin perder el toque cercano que caracteriza su oficio. Son personas que, con talento y dedicación, contribuyen a la identidad del barrio y ofrecen un espacio donde cada cliente encuentra más que un corte: un momento de cuidado y pertenencia.
Los barberos en Iztapalapa, como en muchos otros lugares, son un símbolo de esfuerzo y creatividad, de cómo un oficio puede conectar generaciones, culturas y estilos de vida. ¡Un reconocimiento especial para ellos!
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El Flaco
En México, el trabajo de los transportistas de carga foráneos es fundamental para el desarrollo económico y la integración territorial del país. Estos conductores recorren largas distancias para movilizar mercancías de diversa índole, desde alimentos y productos de consumo diario hasta materiales de construcción y maquinaria pesada. El sector del transporte de carga constituye uno de los pilares de la cadena de suministro y distribución nacional, facilitando el flujo de bienes entre ciudades, estados e incluso con destinos internacionales, lo cual contribuye directamente al crecimiento económico y a la conectividad entre regiones.
Los transportistas de carga foráneos enfrentan numerosos desafíos en su labor cotidiana. Las largas jornadas de trabajo, las condiciones a menudo precarias de las carreteras, y el riesgo de inseguridad y violencia en algunas rutas son solo algunos de los obstáculos que deben sortear. A pesar de ello, estos trabajadores demuestran una gran resiliencia y compromiso, impulsados tanto por su responsabilidad laboral como por el reconocimiento de su papel esencial en la economía nacional. Enfrentan condiciones laborales desiguales y, en muchos casos, una falta de protección laboral adecuada, lo que hace que su trabajo sea tanto una proeza de resistencia física como de destreza profesional.
La labor de los transportistas no solo es una actividad económica, sino también una forma de vida. Pasan gran parte de su tiempo en carretera, lejos de sus familias, adaptándose a un estilo de vida nómada y forjando relaciones con otros transportistas, quienes, de cierta forma, se convierten en una red de apoyo en su travesía. A lo largo de sus recorridos, los transportistas construyen una geografía de vivencias, marcadas por los puntos de descanso, los sitios de carga y descarga, y las estaciones de servicio que les son familiares. Esta ocupación, llena de retos y sacrificios, es indispensable para la vida moderna, garantizando que los bienes lleguen a su destino y manteniendo a México en movimiento.
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Père et fille
El vínculo entre un padre y su hija es un lazo único, tejido con amor, protección y un compromiso inquebrantable. Ser padre significa más que compartir un apellido; es guiar con el ejemplo, brindar seguridad en cada paso y ser el refugio donde siempre se encuentra apoyo. Una hija no solo es una extensión de la vida, sino también una fuente de inspiración que motiva a ser mejor cada día.
Ser padre implica asumir la responsabilidad de ofrecer no solo una vida digna, sino también un entorno lleno de respeto, valores y oportunidades. Es entender que cada sacrificio tiene sentido cuando se trata de garantizar que su hija crezca sintiéndose amada, empoderada y capaz de alcanzar sus sueños. Es una promesa diaria de estar presente, de escuchar, de cuidar, y de construir un camino en el que ella pueda caminar con confianza, sabiendo que siempre contará con el respaldo de su padre.
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